Editorial

Haití, Matthew y la ONU

La sociedad dominicana ha escuchado de manera reiterada las palabras: a tal o cual persona le gusta “joder la paciencia”, así como también la que reza: fulano o mengano, “ni hace ni deja hacer”. Y por qué no, la que dice “tú ni das ni dices donde hay”.

Estas frases le caen como anillo al dedo al mal llamado Comité Internacional de los Derechos Humanos, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la Fundación Clinton y a los come cheques llamados Sociedad Civil, que no son más que indignos representantes de agencias internacionales quienes manejan una agenda social y política  anti dominicana y que todos sabemos  su plan general es la unificación de la isla o por lo menos logras quitar los candados de seguridad y blindaje que tiene el actual Registro Civil de la República Dominicana, para de esa forma ellos poder pasar por debajo de la mesa toda suerte de violaciones a la Soberanía Nacional,  a la Constitución y a nuestras leyes que nos regulan como país soberano.

Justo el mismo día que el Presidente Danilo Medina llegó en “visita sorpresa” a la vecina República de Haití para cuantificar los daños ocasionados por el huracán Matthew a esa nación y así poder brindar nuestra acostumbrada ayuda solidaria a los nacionales haitianos; la ONU y su Comité de los Derechos Humanos, encargado de examinar el respeto de los derechos económicos, sociales y culturales de personas, se despachan con el mismo sonsonete, fétido y malicioso de que en la República Dominicana persiste la discriminación contra los haitianos y a las personas de su ascendencia que residen en el país.

El referido Comité “lamenta que el Estado Dominicano no haya dado cumplimiento a su anterior recomendación y continúa preocupado por la discriminación que sufre esa comunidad en el país”. Consideró como lamentable la sentencia del Tribunal Constitucional que privó, de forma retroactiva, de la nacionalidad a personas de ascendencia haitiana, incluso si habían nacido o vivido por décadas en República Dominicana. Según ellos, esa norma ha conducido a que “un número significativo de personas de origen haitiano se encuentran en condición de apátridas, lo cual limita el ejercicio efectivo de sus derechos”. Todo esto está lleno de mentira y falsedad.

¡Cuanto quieren ellos a los haitianos! Cuanto amor y preocupación por esa vecina nación conocida como la más pobre de la región. Hasta ahí todo está muy bien. Sin embargo, nos gustaría saber ahora, a nosotros los dominicanos, cuál es la ayuda real y efectiva que van a llevar las Naciones Unidas a los pobre haitianos. Cuántos millones de dólares les aportará la Fundación Clinton, de los que tienen guardados por ahí de las colectas que hicieron cuando el terremoto, que todavía nadie sabe que han hecho ellos con todo ese dinero. Cuántos recursos económicos van a recolectar la llamada Sociedad Civil que tanta verborrea habla en defensa de los haitianos. Ahora mismo los haitianos quieren comida, ropas, viviendas, ajuares para sus hogares, medicinas y asistencia social en sentido general. República Dominicana envió un convoy de 500 vehículos cargados de provisiones, de los cuales 248 se quedarán allí en labores de asistencias diversas, 250 trabajadores se quedaran en el país en labores de rescate y reconstrucción. Vayan ahora defensores de los haitianos y demuestren lo mucho que ustedes quieren a esos seres humanos olvidados por el mundo.

En reiteradas ocasiones hemos recomendado a esas naciones, con EE.UU, Francia y España a la cabeza, que tanto fingen defender a los haitianos y que incluso hablan de “apátrida”, término que según la propia Constitución haitiana no se aplica a sus nacionales, ya que la misma reza que éstos vivan donde vivan siguen siendo haitianos. Les hemos dicho a esos preocupados por la suerte de los haitianos, que bien pueden asumir cada uno de ellos por lo menos 100 mil ciudadanos haitianos en sus respectivas naciones y demostrar así qué tanto quieren ellos a los pobres de Haití.

La República Dominicana no tiene que esperar órdenes de ninguna otra nación para tomar decisiones de control migratorio, de regularización de extranjeros residentes en nuestro territorio; pero mucho menos aun, para ir en ayuda de los pobres de esa nación que no tienen la misma suerte de los norteamericano, franceses y españoles cada vez que pasa un siniestro por sobre su territorio. Ahora es el momento de demostrar quién es quién. Quienes son los farsantes y vividores que se nutren y favorecen de la desgracia de los demás; y quiénes son los que en verdad aportan y ayudan a los más necesitados, como es el caso de nuestro país.

Por: Jesús Belén de la Cruz

 

 

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