Editorial

Sucesión Severino: una familia pobre con una gran riqueza

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Por: Jesús -Belén- de la Cruz

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Importantes pasajes de la historia nos revelan que la familia constituye la institución más antigua de la humanidad, por eso es conocida por años como el núcleo central de la sociedad. Esta categoría se le atribuye tal vez por ser la más flexible y consagrada de todas las colectividades habitantes de nuestro globo terráqueo. 

Las mayores evidencias sobre lo antes dicho son los constantes cambios que se verifican en los vínculos entre padres e hijos, así como los demás descendientes familiares que se registran en sus árboles genealógicos a lo largo de distintas generaciones. Ser parte de una familia significa, en primer lugar, compartir un propósito común, lograr y defender un conjunto de valores que debemos promover y aceptar. 

Una familia tiene rasgos parecidos a los conceptos del taoísmo conocidos como el Yin y el Yang, haciendo referencia a la dualidad de la filosofía que expresa la existencia del bien y el mal en cada cuerpo del universo, donde se reflejan las fuerzas fundamentales de la vida: las adversas y las complementarias. 

A manera de reflexión, es bueno conocer cómo la historia nos regala pasajes y escenas rítmicas vivenciales que nos traen recuerdos de grandes familias que se han autodestruido a sí mismas por la avaricia y el delirio de grandeza de algunos de sus miembros y otras que se han desarrollado y multiplicado en el tiempo en base a la armonía, la unidad y el trabajo colectivo. 

Una historia con hechos presentes inconclusos. En el Distrito Municipal de Mata Palacio, provincia Hato Mayor del Rey, se desarrolló una familia encabezada por un ciudadano de origen italiano, que llevaba por nombre, Tomás Severino Vásquez, dedicado al cultivo de la tierra, actividad a través de la cual creó grandes riquezas. 


Don Tomás Severino era conocido como un hombre aguerrido, trabajador y muy agudo en sus negocios. Hijo de Gregorio Severino e Ignacia Vásquez, fue esposo de la señora Seferina de los Reyes, con quien procreó seis hijos, son ellos: Fermín, Eusebio, Félix, Barbara, Secundino y Marcial Severino Reyes. Falleció por causa natural (parálisis general) el día 5 de octubre de 1938.  

Cuentan sus descendientes más cercanos, y los documentos así lo demuestran, que don Tomás Severino contaba con una gran inteligencia lógico-matemática, además de estas habilidades era muy celoso con la institucionalidad, razón por la cual, en cada compra o negocio que efectuaba procedía a realizar un registro oficial de los bienes adquiridos, por lo que no le importaba hacer una compra por el valor de 10 pesos de la época y pagar 20 pesos por el registro de la misma. 

Debido a estas condiciones “sabichosas”, cualidades propias de aquel hombre de negocios y de cuentas claras, ha sido posible que hoy día sus descendientes hayan podido reclamar con ganancias de causas ante los Tribunales Superior de Tierras, de Jurisdicción Original de la Jurisdicción Inmobiliaria, la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Constitucional, quienes mediante varias Sentencias les reconocen sus derechos de herencia en miles de tareas de tierras compradas y registradas por su antecesor, don Tomás Severino Vásquez. 

Según el historial de litigios llevados a cabo por los descendientes sucesorales de Tomás Severino, estos han sido los únicos en presentar calidades para reclamar en herencia los terrenos ubicados entre las parcelas números del 182 al 189, del DC-4, de Mata Palacio, Hato Mayor del Rey, así como otras propiedades que en los actuales momentos se encuentran en proceso de levantamientos, deslinde y saneamientos para la emisión de sus certificados de títulos. 

Evidencias razonables. En la Conservaduría de Hipotecas de El Seibo han sido encontrados actos de compras y arrendamientos que comprometen los citados terrenos a favor de la familia Severino, motivos por lo cual el Consejo Estatal del Azúcar (CEA) ha tenido que emitir una certificación de fecha 29 de abril de 2016, haciendo constar que las parcelas números del 182 al 189 del Distrito Catastral Número 4, no son de su propiedad. Dejando esto claro que la Sucesión Severino son los únicos dueños de esos terrenos agrícolas, pecuarios y mineros.  

Una gran alegría se produjo en los familiares de la “Sucesión Severino” cuando la Suprema Corte de Justicia reconocía mediante sentencia que el CEA había llevado a cabo, en sus propiedades, un proceso de saneamiento fraudulento, por medios de maniobras y con informaciones no certeras con fecha del 19 de junio de 1985, por lo que reafirmaba a los Severino como los auténticos dueños y herederos de esas propiedades. 

Se hizo justicia. Solo la Sucesión Severino posee las calidades jurídicas, así como reconocido interés en materia de tierras en dichos terrenos, toda vez que han demostrado tener los vínculos jurídicos de forma directa e indirecta en los referidos inmuebles. Razón que han logrado hacer valer mediante intensas luchas y enfrentamientos en todos los terrenos, personales y jurídicos, frente a sus oponentes. 

Producto de que la anterior Compañía Dominicana Azucarera C. por A. (hoy Consejo Estatal del Azúcar (CEA), durante su larga historia ha estado representado, en la mayoría de los casos por funcionarios que han llegado allí para hacer negocios personales, incluyendo las últimas administraciones, estos han venido cobrando “peajes mafiosos” a la familia Vicini por el arrendamiento de más de 2 mil tareas de tierras, sembradas de caña de azúcar, propiedad de la familia Severino. 

No obstante, a que tres sentencias judiciales le reconocen los derechos de estos terrenos a la familia Severino, el CEA se resiste a dejar claro este tema y persiste en continuar con lo que se ha definido como un “abuso de poder” y de complicidad con sectores poderosos a los cuales les cobran decenas de millones de pesos cada año, actuando como “mafia organizada”, mientras que la familia Severino atraviesa una espantosa miseria, siendo poseedores de una inmensa riqueza en terrenos heredados. 

En esta larga litis por solucionar entre el CEA y la Sucesión Severino, además de las tratativas fraudulentas por años entre el CEA y los Vicini; están los terrenos ocupados por Héctor Emilio -Papucho- Polanco, quien según la certificación núm. 0420, emitida por el Consejo Estatal del Azúcar en fecha 21 de julio de 2020, los señores Héctor Emilio Polanco y Virtudes Margarita Rodríguez de Polanco, compraron a esa institución dos porciones de 900 tareas cada una dentro de la parcela núm. 103 del DC-15/2, mientras que se encuentran ocupando más de esa cantidad y en la parcela núm. 183 del DC-4, propiedad de la familia Severino. 

En iguales condiciones para ser resuelto por el CEA, se encuentran una “Asociación de Parceleros” compuestas por 54 personas que alegan haberle comprado a la entidad azucarera del Estado y dicen fueron puestos en asentamientos en las parcelas núms. 182, 183, 184, 185 y 186, de los cuales 7 de ellos se encuentran realizando mensura catastral en procura de expedición de títulos de propiedades, situación que hace más grave el proceso de determinación de herederos que lleva a cabo la familia Severino. 

Este litigio se encuentra en un importante proceso de avance en varios aspectos; sin embargo, requiere la voluntad política de las autoridades del CEA para evitar hechos lamentables entre los litigantes; unos que son invasores por medios fraudulentos y otros que son reclamantes como calidades comprobadas. 

Como paradoja de la vida, la Sucesión Severino está compuesta por personas muy pobres, pero que al mismo tiempo son poseedores de una gran riqueza en terrenos heredados por su antecesor, Tomás Severino Vásquez, bienes inmuebles que estos están dispuestos a defender en todos los terrenos, tal como lo están haciendo en estos momentos. Lo ajeno llora por sus dueños. 

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