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Por: Diomeira Almonte Rosa

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Licenciada en Psicología, mención Psicología Clínica – Post grado y maestría en Orientación Educativa e Intervención Psicopedagogica

En el mundo en que vivimos, donde los efectos de esta pandemia se han empoderado de nuestro estado emocional, se hace necesario hablar sobre la salud mental y el impacto que provocan los cambios sociales y de salud, afectando el equilibrio emocional e intelectual de los ciudadanos.

El bienestar humano debe ir en armonía con convicciones intrínseca de amor propio. La salud mental está considerada como parte integral de la rutina hospitalaria que habitualmente conocemos, teniendo por entendido que el equilibrio mental es la respuesta a la salud física.

Es importante tener claro que la falta de salud mental puede afectar a cualquier persona y de cualquier edad (niños, jóvenes, adultos y ancianos), no importando clase social, etnia, profesión o género. Pues en este proceso influyen factores de riesgo, como lo son la mala calidad de vida, mal manejo del estrés y la ansiedad, autoestima baja, problemas económicos, excesiva carga académica o laboral, falta de descanso, etc.

Es momento de proponernos ajustes internos como son: autoestima, autovaloración, autococepto y amor propio, con lo que procuramos una estabilidad física que nos va a permitir un rendimiento personal, familiar, laboral y profesional más adecuado y productivo. Si mis sensores internos están bajo cuidado las respuestas conductuales externas serán las apropiadas.

En este momento difícil donde la transformación de nuestros hábitos ha sido abrupta, se hace necesario el equilibrio mental; por tanto debe ser considerada como soporte para responder a las tantas exigencias que hemos asumido sin planificar.

En los últimos tiempos hemos sido atacados por eventos estresantes resultado de las incidencias de esta pandemia, teniendo consecuencias diversas. Entre las principales manifestaciones de la pérdida de salud mental se observan las alteraciones de las funciones mentales y a veces cerebrales, siendo las más frecuentes: Estrés, Depresión, Trastornos de ansiedad, Adicciones, Miedos y fobias, Baja autoestima, Alteraciones del sueño, Síntomas físicos (dolor de cabeza, tensión muscular, etc.), Problemas alimenticios, Pensamientos y acciones suicidas.

Todo esto, acompañado de temores familiares que cuestionan nuestra capacidad para afrontar y resolver dificultades de la vida diaria.

Sin embargo, si ponemos en práctica actitudes positivas podremos responder a las situaciones de forma integral y propicia. Para lo cual te dejamos algunas recomendaciones que podemos incorporar a esta nueva forma de vida.

Aprender a vivir, manejar y afrontar las situaciones del diario vivir a través del discernimiento permitirá lograr un equilibrio en la vida y por tanto mejorar la salud mental.

Lograr el control de los pensamientos, sentimientos y comportamientos, hará que la persona se sienta bien consigo misma, se sienta emocionalmente sana y pueda poner en diferentes perspectivas sus problemas, haciéndole frente al estrés, ansiedad y otras adversidades que se le presenten.

A eso podemos agregar lo siguiente: Autoconocerse (habilidades, fortalezas y debilidades), Auto valorarse, Realizar ejercicio diariamente, Buena alimentación, Descansar lo suficiente (de 6 a 8 horas es lo que recomendamos para tener un sueño reparador).

Buscar tiempo para la recreación, mantener buenas relaciones y comunicación con la familia, grupo de amigos y a nivel laboral.

Asumir los problemas diarios con paciencia, tolerancia y positivismo, compartir problemas con alguien de confianza, organizar actividades y establecer prioridades para evitar el estrés y lo más importante es buscar ayuda profesional para prevenir o trabajar algunos de los síntomas.

Siempre teniendo pendiente que la actitud de las personas hace la diferencia. Les invitamos a cuidar su salud mental y con ella el bienestar físico.

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