Opiniones

La depresión, un enemigo en cuarentena

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Por: Dr. Juan Belén

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Psicólogo – Conferencista internacional

En todo el mundo se puede percibir un ambiente de incertidumbre y tristeza, matizado por una alarmante desgracia global, donde millares de personas se desplazan con rostros cubiertos por mascarillas a los diferentes centros comerciales, tratando cada uno, de manera individual, adquirir los productos indispensables para seguir viviendo entre distanciamiento y desconfianza mutua.

En este escenario, es preciso resaltar que también hay otros elementos que el ojo humano no tiene acceso a ver, nos referimos a la interioridad de nuestros hogares, donde se puede escuchar el “ruido silencioso” de muchas gentes administrando miedos como especie de “el valle de sombra de la muerte” al que hace referencia el salmo 23.

Conjuntamente con la paralizante situación a la que estamos asistiendo, tenemos otro enemigo solapado y peligroso que nos acecha con cautela en las actuales circunstancias, y que se esconde detrás de la cuarentena; el enemigo al que me refiero, que ha venido a matar y destruirlo todo, es nada más y nada menos que a la depresión.

Es muy cierto que, de acuerdo a los profesionales de la conducta humana, quienes hacen sus afirmaciones con sobradas razones, en tiempos normales, por lo menos una vez en nuestras vidas hemos padecido de algún nivel breve del trastorno del ánimo, y que al mismo tiempo, esto haya interferido o eclipsado nuestra capacidad para trabajar, dormir, estudiar, comer y disfrutar de la vida; razones por las que debo destacar que el tipo de depresión que se manifiesta en la actualidad es de prestarle la debida atención.

El ambiente sombrío y desolador que nos ha tomado a todos por sorpresa, se constituyen en factores externos que aumentan las incidencias del tipo de depresión exógena, cuyos efectos pueden ser tan perniciosos como cualquier virus letal, pues estamos expuestos a ciento de informaciones desagradables, como esas terribles imágenes de personas hospitalizadas, fallecidas y enterradas sin honras fúnebres.

Los sistemas sanitarios están desbordados de pacientes positivos al Covid-19 que deambulan desesperados por los centros de salud como momias sin esperanzas.

Vemos a diario decenas de videos desgarradores en las redes sociales, sin filtros ni controles; escuchamos, casi como costumbre, el sonido ensordecedor de las unidades del “Sistema 911”, ruedas de prensa oficiales con cifras desalentadoras. Observamos también las piraterías modernas entre las principales potencias económicas para comprar los ventiladores mecánicos y mascarillas especializadas al precio que aparezcan en el mercado, en perjuicios de los países con economías más frágiles.

Es innegable que los factores antes expuestos guardan una estrecha vinculación con la situación concursante de muchas personas que están viviendo con trastornos del ánimo, cuyos síntomas iniciales más dominantes son; angustia, tristeza, apatía, pensamientos en laberinto , sensación de vacío, perdida energía, sentimientos de fatalidad, desinterés o falta de placer en las actividades y los pasatiempos, culpas si razones, lentitud psicomotora, insomnio, descuido en el aseo personal y el más preocupante de todos: la idea recurrente de muerte o suicidio.

El contexto social, sin lugar a dudas, modifica nuestras emociones y las demandas internas y externas que pueden incrementar las posibilidades de un quiebre de nuestras respuestas asertivas habituales en los tiempos normales, el cambio inesperado nos trazan otras rutas hasta ahora desconocidas en nuestro mundo de vida.

La realidad es que este aciago momento nos deja más vulnerable frente a la depresión, enemigo engañoso que gana terreno en nuestras vidas de manera ambiciosa, y si no tenemos una asistencia profesional a tiempo, corremos en riesgo de perder el control.

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