Por: Jesús -Belén- de la Cruz
Director
Con la proclamación oficial de la candidatura presidencial de Gonzalo Castillo y de los demás candidatos a cargos electivos por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se pone fin a un capítulo democrático, transparente, pero muy dramático, posterior a la celebración de las primarias del día 6 del presente mes. A pesar de los fuertes vientos y mareas, esa organización política tiene en Gonzalo un candidato de lujo.
Cuando el exministro de Obras Públicas anunció que se postularía para la candidatura presidencial del PLD por el sector danilista, de inmediato, esta noticia fue bien recibida por diferentes sectores sociales, sobre todo, mujeres, jóvenes, campesinos y gran parte del empresariado nacional. Su aceptación fue creciendo como un alud de popularidad, hasta convertirse en todo un fenómeno electoral.
Quienes tuvieron la oportunidad de conocer a Gonzalo Castillo muchos años antes de esta contienda electoral, pueden dar fe y testimonio de que este candidato siempre ha sido la persona humilde y sencilla que hoy se presenta como el “hombre de las mangas cortas y la mente brillante”. Desde antes de presentar su carta como precandidato, ya la gente lo aspiraba para presidente.
A pesar de ser el último en salir al terreno de batalla tras la nominación presidencial, rápidamente Gonzalo repuntó muy por encima de todos los demás aspirantes del danilismo. Como era de esperarse, esta situación provocó grandes reacciones a lo interno del sector que encabeza el presidente de la República.
El mandatario y líder del sector mayoritario del peledeismo, Danilo Medina, necesitaba un alfil que le permitiera vencer en lo interno y ganar afuera. Se trató de la puesta en práctica de tácticas que le permitieran obtener resultados endógenos positivos, para luego salir fortalecido hacia los objetivos exógenos frente al candidato del opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Con la salida inminente de Leonel Fernández del PLD, según nos dice nuestra “lampara de Aladino”, en un escenario de segunda vuelta, tendríamos cuatro candidatos a la presidencia de la República. Gonzalo Castillo, Leonel Fernández, Luis Abinader y la revelación del momento, el joven alcalde David Collado. Se rumora que este pudiera presentar su propuesta presidencial por el PRSC o el PRSD.
El país tendrá mucho para escoger y seleccionar en este posible menú electoral. La sangre nueva, representando el nuevo modelo de hacer política pública, estaría de frente contra el viejo paradigma del mesianismo y la obsolescencia política.
Con las renuncias del gobierno de figuras claves del equipo cercano a Fernández nos dejan claro, de manera expresa, que quienes manejaron doce presupuestos nacionales y se vincularon a grupos oscuros de la economía formal e informal, han hecho compromisos económicos fuertes y muy extraños, con personas que no coinciden con el modelo de gestión transparente y cercano a la gente que ha implementado Danilo Medina y que Gonzalo Castillo promete darle continuidad.
La construcción de escuelas, hospitales, centros de atención primaria, obras viales, compras públicas por concursos, democratización del crédito y licitaciones abiertas, sacan del juego a los grupos del país que en el pasado se repartían los fondos públicos apandillados con los funcionarios leonelistas. Los socios internacionales, muchos de ellos con fortunas dudosas y algunos procesados por la justicia, hacen todo lo posible por retornar el país a ese modelo de oprobio e inequidad social.
Siendo inexorable la intención de Leonel Fernández de sacar al PLD del gobierno, aunque esto lo lleve a pactar, de manera pública o tras bambalinas, con Luis Abinader, será entonces axiomático que se produzca una gran alianza en segunda vuelta entre Gonzalo Castillo y David Collado. Ambos frentes contarían con los partidos y movimientos que ya han definido alianzas con cada uno de estos candidatos oficiales.
Gonzalo Castillo es un candidato de lujo y la sociedad dominicana debe tomar serias decisiones a su favor al momento de acudir a su centro de votación en mayo de 2020. El sistema democrático y de partidos no debe languidecer por culpas de intenciones mezquinas de aquellos “mesías” y “predestinados” que solo procuran satisfacer sus apetencias personales y malversar los recursos del Estado.
