“¡Tan
cogío!”, “vergüenza contra dinero”, “no hay marcha
atrás” y “venceré a Gonzalo 80 a 20”, suelen ser
los actuales discursos de “conceptualizaciones” con los que se despacha el
expresidente Leonel Fernández en cada uno de los actos donde hace apariciones
para arengar a sus fuerzas leales.
Que Leonel Fernández sea un candidato fuerte y poseedor de una
importante legión de seguidores a nivel nacional, no está en discusión, pues es
una verdad de Perogrullo. Lo que sí vale la pena analizar en estos momentos, es
si este tendrá el combustible suficiente para llegar a la meta final de esta
gran hazaña en la ruta hacia el 6 de octubre.
Durante varios meses el tres veces presidente, ante la pasada indefinición de
quién sería el delfín danilista, se encontraba muy por encima en todas las
encuestas. Sin embargo, una vez Gonzalo Castillo sale al ruedo político como un
verdadero fenómeno electoral, el panorama ha cambiado; pero Fernández, en su
proclama recurrente, sigue anclado en la página anterior.
En cualquier caso, Leonel Fernández se enfrenta a la más peligrosa jugada
política de toda su vida. En la mayoría de sus batallas anteriores este había contado
con el apoyo de la totalidad del Comité Político, Comité Central, senadores,
diputados, alcaldes, directores municipales, la bendición del Estado, y, sobre
todo, con las jugadas estratégicas de Danilo Medina.
Ahora, el “profesor” está conminado a buscar sus votos hasta por debajo de las
piedras, es como rascarse la espalda con sus propias uñas, y, de hecho, lo está
haciendo con gran empeño y decisión militante. Leonel está en las calles día
por día y sin descanso, él sabe muy bien que esta podría significar su batalla
de Waterloo.
En estos exasperantes días por venir, saberse poseedor de la tasa más alta de
rechazo que candidato alguno pueda tener en el país, representar una refrita y
aderezada oferta electoral, saber que no representas un factor de
cambio, no poder vender sueño ni esperanza alguna, constituyen verdaderos
escollos para Leonel Fernández en los actuales momentos.
La naturaleza de quien se ha autoproclamado como “el líder del pueblo”
luce cansada. Sus vientos ya no soplan con la misma intensidad de cuando era
jefe de Estado. El slogan actual de “la visión de un estadista” no ofrece
confianza a futuro. Su luz del alba de ayer, hoy se aproxima a un crepúsculo
difuso que parece conducirlo hacia un ocaso seguro. Los días corren a gran velocidad
y no le queda mucho tiempo para maniobras mediáticas.
Técnicamente, estas razones lo han llevado a rebuscar frases altisonantes,
articuladas con discursos de barricadas que desdoblan su real personalidad del
hombre de letras, de trato fino y distinguido. Lo cierto es que algo debe hacer
el León para satisfacer las ansias de poder de sus colaboradores. Por tanto,
este ha tomado el camino de los ataques peyorativos contra el novel contendor;
antes que vender una propuesta esperanzadora a los electores.
La financiación de una campaña sale a un alto costo y los contribuyentes más
importantes suelen ser grandes contratistas con fino olfato de poder. Con ocho
años fuera del gobierno, que pudieran convertirse en doce, no resulta un buen
negocio para esos interesados colaboradores. Todo esto, adherido a una
maquinaria de exfuncionarios que desean a toda costa volver al Estado,
constituye una incesante válvula de presión para Leonel Fernández.
Según estamos observando las reacciones del equipo de el exgobernante, cabría
preguntarse: ¿Se presentará el líder peledeista a las primarias del 6 de
octubre? O de presentarse ¿aceptaría los resultados de ese proceso en caso de
no salir ganador? Esas inquietudes las dejaremos en el tintero para los días por
venir.
El tiempo pasa volando y el tic tac del reloj es indetenible. Leonel Fernández
está claro que una derrota aplastante en las primarias sería el proscenio final
de su reinado en el PLD. Consciente de esto, todo su ejército
está en el terreno de batalla con sus cañones activados. Del otro lado de la
trinchera, se ve “el brujo de San Juan” al parecer muy tranquilo en su “altar”
y tirando todas las cartas.