Opiniones

Encender las luces

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Las comunidades judías del mundo acaban de encender las luces de Janucá, una fiesta que conmemora la esperanza y la libertad del pueblo hebreo a través de un milagro por el que nueve velas ardieron sin suficiente aceite durante ocho días. Esta fiesta coincide muchas veces con el encendido de las luces de Navidad, una celebración que a su vez tiene su origen en las Saturnales. Se trataba de una de las principales fiestas romanas, durante la que se intercambiaban regalos y se invertían los papeles entre amos y esclavos. Todas estas festividades, marcadas por la presencia de la luz artificial para iluminar la oscuridad, tienen el mismo origen: el solsticio de invierno, el momento en el que los días que eran cada vez más cortos vuelven a alargarse.

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Cuanto más al norte, más importantes son las fiestas relacionadas con la luz. Aquellos que han viajado hasta Svalbard, el archipiélago bajo soberanía noruega que alberga la ciudad habitada más cercana del Polo Norte, aseguran que es impresionante visitarla en esta época del año, durante la larga noche polar de tres meses, precisamente por eso. Tampoco es una casualidad que muchas de nuestras costumbres navideñas vengan del norte de Europa (y de Dickens, que revitalizó las fiestas gracias a su Canción de Navidad, su obra maestra de la que acaba de publicar una estupenda versión en forma de tebeo el inmenso Carlos Giménez).

Pero detrás de la Navidad, de las luces, de la lucha contra la oscuridad, laten los movimientos de la naturaleza, que han marcado el ritmo de la humanidad desde que tiene memoria (y seguramente antes). Las fiestas de verano de los pueblos no dejan de ser las celebraciones de la cosecha, al igual que la Semana Santa coincide con el anuncio de la primavera. La Navidad seguramente nos trae muchos recuerdos: de eso va precisamente el emocionante cómic de Carlos Giménez que, sin amargura pero sin cursilería, rememora las Navidades que han marcado su vida desde la tristeza profunda de la posguerra hasta una vejez huraña. Sin embargo, nos debería recordar sobre todo que vivimos en la naturaleza y formamos parte de ella, máxime ahora que, en medio de todas esas luces de esperanza, acaba de arrancar una cumbre del clima en la que nos jugamos nuestro futuro.

Fuente: El País/Guillermo Altares

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