Yuval Noah Harari no usa teléfono celular y pasa gran parte de sus días lejos del incesante flujo de información que a través de internet desborda a miles de millones de personas alrededor del mundo.
Pese a ello, este filósofo y profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén se ha convertido en una suerte de gurú admirado por las élites de Silicon Valley.
Todo comenzó con su libro “Sapiens, de animales a dioses”, un ambicioso texto sobre la historia de la humanidad que se convirtió en un bestseller internacional tras ser publicado en inglés de 2014.
Hasta el momento se han vendido más de ocho millones de copias de la obra, que ha sido traducida a unos 50 idiomas.
Este éxito vino seguido por “Homo Deus, breve historia del mañana”, un libro sobre el futuro de la humanidad del que se han vendido más de cuatro millones de ejemplares.
Y luego publicó “21 lecciones para el siglo XXI”, en donde analiza el mundo actual y realiza advertencias sobre los grandes retos del momento como el cambio climático, la revolución de las tecnologías disruptivas o las armas de destrucción masiva.
Las obras de Harari han sido alabadas y recomendadas por Bill Gates y Mark Zuckerberg, fundadores de Microsoft y Facebook respectivamente.
Y durante una gira reciente en California para promover su último libro, este intelectual de 42 años de edad fue invitado a reunirse con los miembros de X, la división de investigación de Alphabet (la casa matriz de Google), y asistió a una cena organizada en su honor por Reed Hastings, el director ejecutivo de Netflix.
Pero, más que satisfecho, Harari se encuentra incómodo y un poco perplejo con la buena recepción que ha tenido su obra entre los líderes de las grandes empresas tecnológicas.
¿Por qué?
Debilitando la democracia
Su inquietud surge del hecho de que sus libros son críticos con Silicon Valley, por considerar que con sus tecnologías está debilitando la democracia.
Le preocupa que al influenciar a través de sus programas y aplicaciones a miles de millones de personas en el mundo, las empresas tecnológicas están acabando con la idea de ciudadanos que disponen de libre albedrío.
En una charla a casa llena en un auditorio en San Francisco, reseñada por The New York Times, Harari afirmó que, tal como van las cosas, los partidos políticos podían perder su razón de ser.
Aseguró que el orden liberal se ha basado en ficciones como la de que “el cliente siempre tiene la razón” o el consejo de “sigue tu corazón”, ideas que, según él, pueden dejar de ser operativas en un mundo en el cual a través de la inteligencia artificial, los “corazones” pueden ser manipulados de forma masiva.
“Si los seres humanos somos animales que pueden ser hackeados y si tus preferencias y opiniones no reflejan tu libre albedrío, ¿qué sentido tiene la política?”, se preguntó también Harari en un artículo que publicó en septiembre pasado en el diario británico The Guardian.
En su libro “Homo Deus”, este intelectual también se refiere al surgimiento de “la religión de los datos”, un culto futuro en torno al poder de los algoritmos en un mundo en el cual impera la inteligencia artificial y la big data.
Pero, al parecer, imaginar ese mundo no le resulta incómodo a algunos de los líderes de las grandes empresas de Silicon Valley.
Según contaron Harari y su editor al New York Times, durante la reunión en Alphabet los empleados más jóvenes de la compañía expresaron preocupación por la posibilidad de que su trabajo estuviera favoreciendo la constitución de una sociedad menos libre, mientras que los altos cargos -en general- consideraban que su efecto social era positivo.
Innecesarios
Más allá de las implicaciones políticas, al filósofo israelí le inquieta la posibilidad de que la actual revolución tecnológica -con su masiva robotización- termine beneficiando solamente a unos pocos y derive, de hecho, en la creación de una clase social “inútil”.
Así, ha señalado que la mayor parte de la población del mundo es totalmente prescindible en la tarea de creación del futuro que sueñan en lugares como Silicon Valley.
“Cada vez más tienes la sensación de que todas estas élites ni siquiera te necesitan y es mucho peor ser irrelevante que ser explotado“, dijo a la audiencia de su reciente charla en San Francisco.
“Ustedes son completamente prescindibles”, agregó.
En una entrevista con el diario Jakarta Post, sin embargo, aclaró que lo que le preocupa no es tanto que los robots dejen sin trabajo a los humanos sino las consecuencias de ello, pues las personas quedarían en la pobreza y carecerían de poder económico y político.
“Si encontráramos la forma de igualar los beneficios derivados del trabajo de los robots para que todo el mundo resultara favorecido no solo una pequeña élite, entonces podría ser una cosa muy buena para la humanidad”, apuntó
Lo que hace falta
Más allá de sus ideas intelectualmente provocadoras, parte del atractivo que tiene la figura de Harari sobre las élites tecnológicas se relaciona con su estilo de vida.
Este profesor doctorado en la Universidad de Oxford en 2002, dedica dos horas al día a la meditación -una práctica muy extendida en la meca de la tecnología- y pasa dos meses al año en absoluto silencio.
“Yuval es la personalidad anti Silicon Valley. No usa celular y pasa mucho tiempo en contemplación desconectado de la red. Lo vemos como la persona que desearíamos ser”, escribió sobre él Reed Hastings, director ejecutivo de Netflix.
Harari es vegetariano y vive junto a su marido en un moshav, un tipo de comunidad rural israelí que funciona como una cooperativa.
Considera que su homosexualidad ha favorecido su trabajo al permitirle observar con mayor distancia la cultura dominante en su propia sociedad.
Y tomar esa distancia le permite buscar respuestas a las preguntas que considera necesario responder en este momento.
¿Cuál es la relación entre historia y biología? o ¿cuáles son las preguntas éticas que generan los avances científicos y tecnológicos del siglo XXI?, son algunas de las cuestiones a las que dedica sus esfuerzos de investigación en estos momentos.
Pero, pese a todas las advertencias que formula sobre la influencia que están teniendo los desarrollos tecnológicos en la sociedad, Harari no cree en la posibilidad ni en la necesidad de detener estos avances.
“La gente no debería enfocarse en la pregunta sobre cómo detener el progreso de la tecnología porque es imposible”, dijo en una entrevista reciente con el diario británico The Guardian.
“En lugar de ello, la pregunta debería ser cuál es el tipo de uso que se puede dar a esa nueva tecnología. Y aquí todavía tenemos bastante poder para influenciar la dirección que está tomando”, aseguró.
Fuente:BBC Mundo