Por Felipe Castro
Pasando revista al panorama geopolítico de América Latina, podemos afirmar, partiendo de los recientes acometimientos verificados en distintos escenarios, que se ha producido un real reavivamiento de los partidos y movimientos de izquierda en esta zona geográfica. Estos sectores que, a partir del Foro de Sao Paolo y luego de la caída del Muro de Berlín en 1989, liderados por el Partido de los Trabajadores de Brasil y con el eslogan de “Por una nueva integración de Latinoamérica”, decidieron agruparse como una fuerza a ser tomadas en cuenta desde su creación en 1990.
Por un lado, podemos ver el discurso provida en contra de la masacre genocida llevada a cabo por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, por parte del presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la recién pasada Asamblea General de las Naciones Unidas, a propósito de celebrar 80 años de su fundación; así como el 73 por ciento de aprobación de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum.
Imagen de los presidentes Gustavo Petro, de Colombia y Claudia Sheinbaum, de México.
Por otro lado, observamos la estrepitosa caída de la popularidad del presidente argentino, Javier Milei, cuya tasa de rechazo se sitúa en el 63 por ciento, quien junto a Nayib Bukele, son los símbolos paradigmáticos de los apologistas de la derecha latinoamericana, lo que le ha dado oxígeno a los debilitados pulmones a la izquierda de Latinoamérica, mermada a partir de la desapariciones físicas de Fidel Castro y Hugo Chávez, quienes fueron verdaderos exponentes de la ideología izquierdista.
Argentina con Milei y Bukele en el Salvador tenían prácticamente noqueado propagandísticamente a los sectores progresistas de Latinoamérica. Con los presidentes Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro, en México y Colombia, además de una porción importante de gobiernos progresistas como, Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil; Gabriel Boric en Chile, entre otros. Aun así, Milei y Bukele son los receptores de atención en el continente, conjuntamente con Donald Trump y sus inconsistentes medidas creadoras de incertidumbre que llaman la atención por obligación.
Los actos expresivos, un tanto soberbios y despectivos, del presidente argentino Javier Milei, conjuntamente con el exhibicionista apoyo al genocida de Benjamín Netanyahu, que se puede interpretar como el acto global de mayor desprecio en la actualidad, están llevando al presidente Javier Milei al ocaso de su en ciernes carrera política, al tiempo que le ha abierto la brecha al peronismo para su retorno al poder en las elecciones venideras.
Imagen de los presidentes Nayib Bukele, de El Salvador y Javier Milei, de Chile.
Aunque Nayib Bukele y Javier Milei son dos fenómenos de características outsider, tienen una marcada diferencia que consiste en que, Javier Milei se montó en la ola dialéctica de rivalidad entre izquierda y derecha; mientras que el presidente Nayib Bukele es paradójicamente una especie en miniatura del gran Lee Kuan Yew, padre fundador del Estado singapurense moderno, quien utilizó un estilo autoritario de gobierno para transformar el Singapur, posterior a la independencia, en un país altamente desarrollado y uno de los cuatro tigres asiáticos, que con tan solo 700 kilómetros cuadrados tiene uno de los mejores salarios per cápita del mundo.
Felipe Castro
El autor es abogado y analista político.