Ciencia y Tecnología

“Nuestra civilización depende igual del software que del agua”

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Si los ordenadores fallaran moriríamos de hambre, según este mítico informático danés, autor de una de las herramientas de programación más usadas del mundo

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Si hubiera un premio para la persona que más influye en nuestras vidas sin que casi nadie le conozca, Bjarne Stroustrup sería un buen candidato. No solo Stroustrup es anónimo para el público, también su gran creación –el lenguaje de programación C++– es desconocida fuera de la informática. Pero está en todas partes: “La mejor aproximación es decir que hoy todo el mundo lo ha usado y mucha gente lo usa todo el rato. Y nunca lo ves”, dice Stroustrup.

Stroustrup creó el C++ en los años 80. Hoy es el quinto lenguaje más popular tras JavaScript, Java, C y Python, según una encuesta de HackerRank a 71.000 desarrolladores de 100 países.

El programador nació en Aarhus (Dinamarca) hace 68 años. Tras su graduación, se trasladó a Reino Unido y Estados Unidos, donde ha pasado su carrera profesional. La Universidad Carlos III de Madrid acaba de concederle el Honoris causa.

Pregunta. De lo que nos rodea, ¿qué ha sido escrito en C++?

Respuesta. Tu teléfono está grabando esto. Su procesamiento de la señal es C++. Un buen número de tus apps son C++. Si has venido aquí en coche, algunos de sus controles –inyección de combustible, dirección, frenos– podrían estar en C++. Si hoy has mirado la tele, habrá algo allí también: las cámaras, los sistemas de comunicación probablemente lleven C++. Mucho software que tu móvil usa para hablar con la torre es probablemente C++. El GPS tiene algo de C++. Es como las tareas domésticas: solo se ve si no está bien hecho.

P. Cuando empezó, no parecía que fuera ser un gran informático. No era un estudiante brillante.

R. Era un estudiante correcto. Necesité algo de suerte, pero es más probable decir que cuanto más trabajé más suerte tuve.

P. Hoy pensamos en chavales de 15 años al hablar de genios de la programación…

R. Nunca vi un ordenador hasta que no tuve 18 o 19 años.

P. Al acabar los estudios, no quería ser profesor. Lo veía como una trampa.

R. He visto un montón de chicos brillantes de clase obrera sin modelos a seguir que acabaron en el único oficio que conocían para gente lista con educación: profesores de escuela o instituto. Cuando tenía 17 o 18 años pensé en que estaba mal que el trabajo anterior de un profesor fuera estudiante. Tiene que haber algo más en su recorrido. Tenía terror por convertirme en profesor. Quería construir cosas.

P. “Nuestra civilización depende del software”, ha dicho.

R. Y esa dependencia crece. Si el software dejara de funcionar, moriríamos de hambre. Una ciudad como Nueva York tiene como mucho para dos o tres días de alimentos. Si los camiones empiezan a funcionar mal, si los trenes se paran, si los semáforos se rompen, que son todo sistemas computerizados, la gente moriría de hambre. No bromeo. La agricultura depende en ordenadores. Dependemos tanto del software como del agua.

P. Al recibir el Premio Draper, pidió que la sociedad conociera mejor la importancia de los ingenieros. Los artistas o los científicos son más célebres que los ingenieros. ¿Por qué?

R. Cuando la gente piensa en arte y en ciencia, suelen olvidarse de la ingeniería. La ciencia es magnífica, pero no hace nada por sí misma. Alguien debe luego usar la ciencia para construir un aparato que podamos usar. Tienes que aplicar la ciencia. La gente piensa en Einstein y que es fantástico. Pero no caen en que llevó mucho tiempo crear el sistema GPS que usa sus ideas. Cada sociedad lo valora de un modo distinto. Si eres un ingeniero en Alemania, eres alguien; si lo eres en Reino Unido, creen que conduces trenes. Es una exageración, pero solo en parte.

P. El punto de vista de un ingeniero es práctico: “Hay dos tipos de lenguajes [de programación]: de los que todo el mundo se queja y los que nadie usa”, ha dicho.

R. Thomas Edison dijo que inventar es 1% inspiración y 99% transpiración, es decir, sudor. Significa que puedes tener una buena idea, pero lleva mucho convertirla en algo de lo que la gente pueda beneficiarse. La gente se olvida de ese 99%. Escribes por ejemplo una historia para inspirar a niños: siempre es sobre el 1%. Es el trocito excitante.

P. Otra frase: “Lo único que crece más rápido que el rendimiento de un ordenador es la expectativa humana”. ¿Saber cómo se programa no ayudaría a evitarlo?

R. Sí y no. Está bien que la gente sepa algo de todo: de ciencia, de historia, de matemáticas, de código. Pero el peligro es que gente que ha hecho matemáticas en el instituto piense que es matemático. Sé de qué hablo: tengo un título en matemáticas, he conocido a grandes matemáticos y no juego en su liga. Por otro lado, hay un número enorme de adolescentes, casi siempre chicos, que piensan que lo saben todo de programar y construir sistemas y nadie debe contarles nada. Un poco de conocimiento es algo peligroso. Te hace pensar que eres un experto cuando no lo eres.

P. Aprendió 20 lenguajes de programación antes de acabar la universidad. Incluso cuenta que en la sala de espera del médico hojeaba un manual y luego lo usaba un par de semanas para aprenderlo. ¿Sigue siendo así?

R. Ya no puedes hacer eso. Los lenguajes son mucho más complicados. No recomendaría a nadie aprender 20 lenguajes. Empiezas aprendiendo uno, dos o tres, los vas cogiendo mientras avanzas. Es un poco como los lenguajes naturales.

P. ¿Qué haría hoy si empezara a trabajar en un lugar como los Bell Labs donde creó el C++?

R. No hay un lugar así. Fue un lugar único en la historia del mundo donde ciencia aplicada, ingeniería aplicada se hacía en una escala enorme. Construimos los primeros satélites de comunicación. Imaginamos cómo hablar con algo que había en el espacio.

P. ¿Google no tiene algo así?

“La mejor aproximación [sobre C++] es decir que hoy todo el mundo lo ha usado y mucha gente lo usa todo el rato. Y nunca lo ves”.

R. No. Tiene cosas muy interesantes pero nada así de amplio y con esa escala. Teníamos astrofísicos, matemáticos puros. Bell Labs tenía un horizonte para lo que hacía de 10, 20 años y más. Quería mejorar la comunicación del mundo. Definían el problema que querían solucionar de forma tan amplia que podías empezar allí, trabajar 40 años y no solucionar el problema, aunque hubieras hecho progresos.

P. ¿Podría escribir C++ ahora?

R. Siempre fue algo imposible. Tenía un buen jefe que creía que estaba haciendo otra cosa y cuando vio lo que estaba haciendo pensó que podía funcionar. En lugar de decirme que lo publicara en seguida me pidió que siguiera trabajando porque algo bueno podría salir. Fue inesperado. Tenía un problema que resolver. Usé C++ como herramienta. Nunca logré resolver el problema, pero tuvo este efecto colateral.

P. Le debe bastante a Dinamarca. Pero ha vivido toda su vida en EE UU. ¿Hubiera sido distinto si hubiera nacido allí?

R. Probablemente muy diferente. Dinamarca es quizá la sociedad más igualitaria de la tierra. Y una de las sociedades más favorables para la gente que quiere hacer cosas. Si tienes un sueño, Dinamarca es probablemente el lugar para perseguirlo. Valoran el trabajo duro, la educación es gratis, no ponen barreras en eso, no te dicen qué debes hacer. Hoy es más complicado pero cuando estaba allí era una sociedad más igualitaria y simple. No tengo claro qué hubiera hecho en EE UU con un origen como el mío. La gente cree que lo han hecho todo por sí mismos. No. Necesitas un sistema en el que vivir: tu educación, tus profesores, amigos que no te apuñalen. No creo tener las habilidades para vivir en una sociedad con la ley de la jungla. No diré cuáles hay ahora, pero hay unas cuantas.

P. Tiene 68 años y sigue trabajando en el banco Morgan Stanley en Nueva York. ¿No se retira?

R. Me he retirado ya dos veces, de AT&T y de la Universidad de Texas A&M. Para hacer lo que hago debo entender cómo se hace el software en lugares reales. Así puedo ver lo que la gente programa en lugar de lo que se supone que deberían hacer según una teoría u otra. Es muy importante para mi trabajo en el diseño de lenguaje del C++. Para mejorarlo hay que mirar a la gente que lo usa en lugar de a la gente que escribe libros sobre cómo debería hacerse.

Fuente: El País/Jordi Pérez

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