Opiniones

Más que un museo

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El pintor y escritor Ramón Gaya definió en 1953 desde su exilio al Prado como “más una patria que un museo”. La principal pinacoteca de España, y una de las más importantes del mundo, acaba de arrancar la conmemoración de su bicentenario con una exposición sobre su relación con la historia de España y su influencia en los pintores de la modernidad. El Museo del Prado no se puede resumir solo en Las Meninas de Velázquez, Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya o El jardín de las deliciasde El Bosco; representa un actor vivo de la historia de España, se trata de un espejo en el que un país desea mirarse como representación de su capacidad para crear y trascender, para construir símbolos universalmente reconocibles. Y el Prado es uno de ellos. Es, con sus 2,8 millones de visitantes en 2017, tal vez el ejemplo más importante de la tan cacareada Marca España.

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Pero el Prado no puede vivir solamente de lo que representa en la conciencia colectiva española, ni de su influencia en la cultura mundial, ni siquiera de las entradas que vende —que hoy por hoy siguen siendo la fuente esencial de financiación, mientras continúen congelados los nuevos presupuestos—. Al igual que los vecinos Reina Sofía y Thyssen, con los que forma en el centro de Madrid una de las grandes concentraciones artísticas de Europa, el Museo del Prado necesita todo el apoyo, público y privado, para que siga avanzando hacia el futuro.

Su director, Miguel Falomir, confesó en junio en una entrevista a este diario que el 60% de las nóminas se pagan con los fondos propios o que solo recibe del Estado 13,9 millones de euros, casi nada de la Comunidad de Madrid y nada del Ayuntamiento. Es muy positivo que una institución sea capaz de financiarse, pero no puede quedar al albur del mercado o de los vaivenes del turismo. Si se ha consolidado un acuerdo internacional sobre su importancia, debería existir un consenso político sobre la necesidad de cuidarlo y dotarlo con los fondos que necesite para seguir desempeñando el papel central en nuestra cultura.

Fuente: El País

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