Editorial

La zozobra de los mercados

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Por: Jesús -Belén- de la Cruz

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Director

Todavía es muy pronto para extender un certificado de crisis para Apple. La pregunta ¿es el principio del fin de Apple (o de cualquier otra empresa)? tiene el mismo grado de concentración retórica que esa que inquiere sobre dónde está el límite de una compañía. Dicho de otra forma, las posibles respuestas tienen que ser tan imprecisas como socorrida es la pregunta. El techo de una compañía estará allí donde lo determinen, según una función dinámica, la demanda de sus productos y las decisiones de sus gestores; el supuesto “principio del fin” no deja de ser una especulación que suele acompañar los cambios negativos en algunos parámetros empresariales. En el caso de Apple, la zozobra procede de una distorsión psicológica u óptica, según como se examine. La freudiana “muerte del padre” (Steve Jobs) llevó a los mercados a preguntarse si la empresa sobreviviría a la personalidad del factótum; y como hasta ahora, con Tim Cook al frente, la supervivencia se había ejecutado en términos excelentes, una fisura en la evolución de las acciones de la compañía ha realimentado los temores sobre un Apple pos-Jobs.

Cualquier negocio está sometido a tensiones coyunturales o estructurales; la cuestión es cuáles son las opciones que tienen sus directivos para disolverlas. La pregunta pertinente en estos momentos es si el mercado de la telefonía móvil está saturado o, en términos de expectativas, si hoy es rentable sostener la hipótesis de la saturación del móvil con el fin de distraer inversiones hacia otros mercados tecnológicos, para captar desde el principio todos los excedentes en actividades económicas nuevas y afortunadas. No es necesario ser un adivino para apuntar a la inteligencia artificial, la robótica y la biotecnología como los candidatos a convertirse en mercados fashion. Con suerte, aliados con la ingeniería aeroespacial de Elon Musk desplazarán a la inversión en móviles como estos desplazaron a las inversiones en tostadoras o televisores de salón.

Pero esto es la “destrucción creativa” anunciada por Joseph Schumpeter. Todos los mercados se saturan, por definición, y los digitales no son una excepción. La definición del futuro económico implica cambios periódicos en los flujos financieros hacia las tecnologías que se prevén como dominantes. Si bien hay errores notables en la historia de las opciones económicas, el número de equivocaciones en la elección del futuro está muy por debajo de lo que cabría esperar.

No hay que descartar tampoco que en los últimos meses estemos asistiendo a un deshinchamiento de la burbuja Apple y que la necesidad de consumir sus productos, poco acorde con las necesidades reales de los consumidores, esté decayendo y los precios acompañen en esa decadencia. Tampoco es inusual que las profecías lanzadas desde los mercados sean, o bien exageradas, o bien puedan ser rectificadas con estrategias empresariales de contención: moderación de costes, recorte de gastos y diversificación. Para Apple ha terminado el periodo en el que podía explotar la innovación y sus secuelas. Ahora tiene que gestionar. Hay, conviene recordarlo, una inquietud subterránea en los mercados estadounidenses que afecta a todas las actividades, aunque no a todas con la misma intensidad. Esa inquietud tiene que ver con las malas expectativas que suscita la política económica de Donald Trump. Estamos en el reino de una “economía paradójica” que haría las delicias de Mark Twain y Lewis Carroll. Mientras la producción, el PIB y la inversión progresan adecuadamente, los inversores adelantan una vuelta al estancamiento.

Fuente: El País

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