Desde el siglo II d.C. hasta el final de la Edad Media se dio por sentado que el funcionamiento interno de los monos era igual al de los hombres.
Este fue el punto de partida anatómico que estableció el médico griego del siglo II Galeno de Pérgamo, que en ese momento era la máxima autoridad en medicina en Europa occidental y Bizancio.
Sin embargo, nunca había diseccionado cuerpos humanos sistemáticamente debido a los tabúes religiosos, legales y culturales. Ante eso, sus disecciones de monos guiaron el desarrollo y la práctica de la medicina durante aproximadamente 1.400 años.
Pero, entonces, sucedió algo que cambiaría las reglas del juego: estalló una revolución científica ante los límites autoimpuestos del conocimiento antiguo.
Tras cientos de años en los que las disecciones humanas estuvieron mal vistas, en el siglo XVI un cambio a favor de la investigación científica y la observación permitió que por primera vez se conociese la realidad de la anatomía humana.
Esta innovación fue lo que abrió el camino hacia la práctica de la medicina que conocemos hoy.
Y en la vanguardia de este movimiento había una ciudad italiana, Padua, y su universidad.
Los orígenes de la medicina moderna
Padua tiene un rico patrimonio artístico, religioso y literario. Y lo más notable de esta ciudad del norte de Italia es que es la cuna de la medicina moderna.
Hacía siglos que en Padua se estudiaba medicina. Y esta tradición se mantuvo cuando, en 1222, se fundó su renombrada universidad, que disfrutó de una autonomía y una tolerancia religiosa sin parangón.
Cuando la República de Venecia conquistó Padua, en 1405, los venecianos mantuvieron la universidad como el principal centro educativo y la gestionaron bajo el lema ‘Libertas docendi et investigandi‘ (Libertad de enseñanza e investigación).
“Congregaron a los mejores profesores de toda Europa, cautivados por la garantía de la libertad de investigación. La fama de los mejores profesores atrajo, también, a los mejores estudiantes locales e internacionales”, explica Fabio Zampieri, profesor asociado de Historia de la medicina de la Universidad de Padua.
Como resultado, esa academia se convirtió en el centro de lo que Zampieri describe como “el Renacimiento Científico”.
Fue una época de grandes cambios. El período del Renacimiento trajo consigo un viraje hacia un método científico basado en la práctica y la experimentación.
Y dio resultados tangibles.
“Durante el Renacimiento, Galileo enseñó matemáticas en esta universidad y difundió su nuevo método cuantitativo, que influyó profundamente la medicina”, afirma Zampieri.
Pero él no fue el único profesor de prestigio que pasó por esa academia.
“William Harvey, que describió por primera vez el sistema circulatorio de la sangre humana, estudió medicina en Padua. Santorio Santorio, profesor de la universidad, inventó el termómetro. Giovanni Battista Morgagni, profesor de anatomía, fundó la anatomía patológica moderna en el siglo XVIII. El primer trasplante de corazón humano en Italia se realizó en Padua en 1985”, añade Zampieri.
Fuente:Hoy Digital
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