Por: Jesús -Belén- de la Cruz
Director
Haití vive sometido constantemente a un ambiente de inestabilidad, vandalismo, violencia callejera y caos institucional. Las muertes por motivos políticos se han hecho común en la vecina nación y al parecer los haitianos no resultan ser un pastel tan codiciado por quienes manejan la agenda política y económica internacional, razón por la cual, en la actualidad esa nación se puede definir como tierra de nadie.
El asesinato brutal del presidente Jovenel Moïse, así como las heridas provocadas a su esposa, la primera dama Martine Moise, constituye un hecho atroz que merece el repudio de todos los Estados de la región y del mundo. Los cambios de gobiernos se deben llevar a cabo de manera democrática e institucional. Asesinar a un presidente constitucional para sustituirlo de su cargo no es una acción que debamos respaldar ni pasar por alto.
Gobernantes y partidos del mundo se han manifestado en franca condena a este bochornoso magnicidio perpetrado por un comando hasta el momento desconocido. No faltan los que vinculen este caso con la lucha entre el narcotráfico internacional y la DEA norteamericana.
El caos institucional se ha apoderado de esa empobrecida nación con la cual compartimos la misma isla. Como siempre acontece, en estos momentos de turbulencias es notorio el éxodo masivo de sus nacionales hacia suelo dominicano.
En los actuales momentos, un cuadro bastante dramático presenta la vida institucional de Haití. Su presidente ha sido asesinado y su esposa gravemente herida. Un primer ministro destituido y el recién nombrado sin juramentar. Con un Poder Legislativo perimido, asumiendo la calidad de cosa de facto. El presidente del Poder Judicial muerto por Covid-19 y cinco jueces cesados. Todo esto indica que, los tres poderes del Estado están acéfalos y sin posibilidad inmediata de tener una solución política y social apegada a su Constitución.
Desde que el líder de la revolución haitiana Toussaint Louverture asumiera la dirección política de esa nación, desde el 1 de enero de 1791 al 6 de mayo de 1802, por esa nación han pasado 75 presidentes.
Distintas nominaciones han tenido sus gobernantes, tales como: vicegobernador, gobernador, emperador, jefe de gobierno, Rey, ejecutivo militar, Junta de Gobierno y presidentes. Muchos han sido provisionales y otros vitalicios. Al parecer pocos o ninguno ha presentado interés real de enfrentar los altos niveles de pobreza que acogotan esa nación.
Cabe resaltar que la suerte del pueblo haitiano nadie en el mundo la desea. Una población saqueada por los franceses, los canadienses y en los últimos años por los Estados Unidos, quienes le han entregada esa media isla como botín de guerra a la familia Clinton. Esta pareja quita y pone gobiernos, estos tienen allí grandes contratos mineros y mantienen un monopolio con la producción agropecuaria. Eso lo sabe el mundo entero, pero todos se hacen de la vista gorda.
La República Dominicana ha sido la nación más solidaria con los vecinos haitianos; sin embargo, el odio visceral de la burocracia política haitiana contra el Estado y pueblo dominicanos no se deja esconder en cada momento.
Todo esto, junto a la hipocresía de los organismos internacionales que pretenden que los dominicanos nos hagamos cargo de ese empobrecido país, constituye un serio problema. Siempre se ha dicho, y suscribimos es posición, que un país pobre no puede cargar con otro país pobre.
Posiblemente la ONU, la OEA y UE envíen la presencia de marines norteamericanos, soldados canadiense y franceses, acompañados de militares multinacionales de la región, pero nada de esto ha dado resultado a pesar de las tantas veces que se ha realizado la misma operación.
La transformación política, económica y social de Haití solo será posible cuando exista una verdadera voluntad política en los amos y señores que tienen el control del nuevo orden mundial. Pero estos poderosos solo usan esa nación como un laboratorio para quien sabe cuántas cosas.
Aunque existen muchas interrogantes sobre lo extraño de ese atentado contra el presidente haitiano, podemos asegurar que al mundo solo se le dirá por el momento lo que sea del interés de aquellos que manejan los hilos del poder detrás del trono en la vecina nación. Sería importante que cada uno de nosotros haga un ejercicio de, cómo sucedieron los hechos en el lugar donde se perpetró el magnicidio, lo cierto es que hasta el momento algunas fichas no concuerdan con lo que se dice a los medios.
Mientras tanto, por este lado, el presidente Luis Abinader ha tomado ciertas medidas para proteger el territorio dominicano, asumiendo tal vez las recomendaciones rutinarias que manda el protocolo internacional en estos casos. “Cuando la casa de tu vecino está ardiendo en llamas, debes cuidar la tuya, ya que cualquier chispa puede encender la pradera”.
Sin ser extremista por estas palabras, no se extrañen si algunos políticos de la burocracia haitiana, ciertos miembros de las ONG que cobran por comunicaciones publicadas y le ponen precio a cada párrafo que escriben en sus redes sociales, terminen culpando a la República Dominicana por la presente desgracia que acaba de acontecer en la vecina nación.
La verdad es que como los de aquí ya estamos acostumbrados a esos cantos de sirena, así mismo como el enfermo llega a convivir tanto con su condición, al final podríamos terminar acostumbrándonos al terrible dolor que tanto nos afecta.
Desde esta tribuna de Gobernanzas Digital clamamos por el respeto a la vida constitucional de Haití y por hacer prevalecer la democracia por encima de la violencia manifestada en distintos ámbitos. Condenamos el caos institucional como táctica política para pescar en rio revuelto.
Podríamos afirmar que alguien se pretende favorecer con este crimen bochornoso, pero ahora, de lo que sí estamos seguros es que el pobre pueblo haitiano seguirá sumido en su miseria espantosa sea cual sea la salida a la que se pueda llegar. Es momento ya de que alguna vez los estamentos internacionales piensen seriamente en los problemas de Haití sin hipocresía y con verdadero sentido de humanidad.
Loading ...