La diferencia entre ambos se ha reducido de 18 a 12 puntos en voto válido, según una encuesta de Datafolha difundida el jueves
Brasil encara la recta final de la campaña electoral más polarizada y sucia de los últimos años con el candidato ultraderechista, Jair Bolsonaro, disfrutando de una holgada ventaja que, sin embargo, el candidato progresista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), ha logrado recortar. La diferencia entre ambos se ha reducido de 18 a 12 puntos en voto válido, según una encuesta de Datafolha difundida el jueves, a tres días de los comicios. El estudio atribuye a Bolsonaro un 56% de apoyos, frente al 44% del candidato designado por Lula.
El polémico Bolsonaro ha matizado algunas de sus propuestas. Ahora sugiere que no se retirará del Acuerdo de París contra el cambio climático. También ha asegurado que no pretende declarar la guerra a Venezuela.
En las calles de São Paulo el único indicio de que el país se encamina a unas elecciones decisivas son los puestos que venden camisetas de Bolsonaro con su retrato o su lema de campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. No hay vallas electorales, ni debates, porque el ultra ha rechazado participar. Nada está a la vista porque la gran y sucísima batalla electoral se ha librado en los móviles del electorado, en las redes sociales, sobre todo vía mensajes de Whatsapp en buena medida falsos.
Desde el inicio de la campaña las encuestas han mostrado a Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura (1964-1985), siempre en cabeza y con gran ventaja. Una posición en la que se ha encaramado con propuestas de tinte autoritario y un discurso incendiario contra los adversarios políticos y las minorías. Estos últimos cambios detectados por las encuestas son demasiado tímidos como para indicar un cambio radical en el pronóstico pero da ánimos al PT del tan amado como odiado Lula para intentar convencer al 6% que aún está indeciso. Y la estrategia de Haddad es no hacer campaña solo por el PT, sino directamente por la democracia brasileña. “Yo diría que el resultado de hoy [por el jueves] abre una pequeña posibilidad de giro, pero el favorito sigue siendo Bolsonaro”, declaró el director de Datafolha, Mauro Paulino, en GloboNews. Otra parte muy notable del electorado (un 8%) asegura que votará nulo, muestra del desencanto que embarga a parte de los brasileños y pese a la indudable trascendencia de la elección de mañana.
Las ansias de cambio unidas al rechazo al otro son factores con enorme peso en este duelo electoral. El rechazo que tanto el veterano diputado ultraderechista como el progresista exalcalde de São Paulo suscitan es enorme: el repudio a Bolsonaro ha subido tres puntos, hasta el 44%, y el de Haddad ha descendido dos, al 52%.
Los seguidores del ultraderechista acusan al PT y a Haddad de querer convertir Brasil en Venezuela. Es uno de los motivos del odio visceral que exhiben. “Nadie quiere hacer la guerra con nadie”, aseguró el jueves Bolsonaro en una de sus escasas comparecencias ante los medios en campaña —suele refugiarse en terrenos mediáticos que controla—, pero sí criticó con dureza a los Gobiernos de Lula y de su sucesora, Dilma Rousseff, porque con su apoyo firme no tomaron medida alguna para “buscar cambiar el régimen” chavista.
Bolsonaro recibió ayer el apoyo explícito del estadounidense Steve Bannon, el estratega político que supo cómo capitalizar la ira, la indignación y los deseos de cambio radical de los más desfavorecidos por la globalización en Estados Unidos y llevar a lomos de ese mensaje al magnate Donald Trump hasta la Casa Blanca. Un libro de instrucciones que líderes europeos han seguido con éxito. “El capitán Bolsonaro es un patriota brasileño y creo que será un gran líder para su país en este momento histórico”, declaró a Reuters Bannon, que intenta forjar un frente mundial nacionalpopulista.
Bannon se reunió este verano en Nueva York con Eduardo, hijo del presidenciable y el diputado más votado de Brasil en las elecciones del 7 de octubre, que coincidieron con la primera vuelta. El ultra tiene otros dos hijos parlamentarios. Eduardo Bolsonaro destacó entonces que ambos “comparten la misma visión del mundo” y que Bannon y la campaña de su padre “están en contacto para sumar fuerzas, principalmente contra el marxismo cultural”.
El favorito para presidir Brasil a partir de enero ha matizado esta semana varias de sus propuestas, como la citada acerca del Acuerdo de París, o la fusión de los ministerios de Medio Ambiente y Agricultura. También ha tenido que disculparse públicamente con el Tribunal Supremo después de que se difundiera un vídeo en el que su hijo decía hace unos meses que para “cerrar el Supremo no hace falta un tanque, bastan un soldado y un cabo”. El Tribunal Superior Electoral ha abierto además una investigación sobre una supuesta campaña de propaganda a favor de Bolsonaro vía mensajes de Whatsapp pagada por empresarios afines, lo cual violaría la ley.
La encuesta de Datafolha del jueves —la penúltima, porque el sábado habrá otra— dibuja un panorama en el que Bolsonaro pierde algo del enorme apoyo que tiene entre los ricos —los que ingresan más de 2.500 euros al mes— pero sigue ganando en todo el país salvo en el empobrecido nordeste, la única región donde Haddad revalidará según los sondeos la victoria de la primera vuelta.
Pese a las actitudes y comentarios misóginos de Bolsonaro, ambos cabezas de cartel están prácticamente empatados entre las mujeres y entre los jóvenes. Los votantes LGTBI son el colectivo en el que más rechazo genera el exmilitar, que se ha cebado con ellos a lo largo de su carrera política y ahora en la campaña.
Fuente: El País