Ha sido preciso llegar a una situación límite para que la sociedad empiece a tomar conciencia del gravísimo problema que representa para el medio ambiente y la salud la acumulación de plásticos. Un cambio en los hábitos de consumo ha llevado a la utilización masiva de envases y protectores de plástico en la comercialización de la comida, no solo de la preparada, sino también de los productos frescos que se compran a granel. En 50 años, su producción se ha multiplicado por veinte. Y lo que está haciendo insostenible el modelo es el incremento exponencial de envases de un solo uso. Solo se necesita hacer el sencillo ejercicio de calcular la cantidad de envases que entran en un hogar durante una semana y multiplicar por el número de hogares de un país para darse cuenta de la dimensión del problema.
Cada día se introducen en el mercado español 50 millones de recipientes de dicho material en productos de uso doméstico, pero solo se recicla el 69,7%. A escala mundial, apenas se recicla el 9%. Una parte importante del plástico que se utiliza acaba en el mar. Se estima que de los 335 millones de toneladas que se produjeron en 2017, unas ocho fueron a parar a mares y océanos. El plástico tarda mucho en degradarse, de manera que se acumula y acaba afectando a la supervivencia de las especies. Se han encontrado fragmentos en el estómago del 90% de las aves marinas analizadas, y recientes estudios han hallado también micropartículas en las heces humanas de diferentes poblaciones.
La evidencia es tan fuerte que la Comisión Europea anunció en mayo una nueva estrategia para reducir el uso de los recipientes de plástico y garantizar que el que se utiliza sea reciclado o reutilizado. Por su parte, el Parlamento Europeo acaba de aprobar una resolución para que determinados artículos de un solo uso, como platos, vasos, cubiertos o pajitas, desaparezcan del mercado en 2021 y se garantice el reciclado del 90% de las botellas. Es importante que 250 empresas, entre las que se encuentran las mayores multinacionales de la alimentación y los principales fabricantes de esos embalajes, hayan suscrito el Compromiso Global para la Nueva Economía de los Plásticos. Con este acuerdo se comprometen a que en 2025 todos esos los envases sean reutilizables, reciclables o convertibles en compost. Es un paso importante, pero no será suficiente. El objetivo debe ser disminuir de forma sustancial su número. Y en aquellos casos en que sean imprescindibles, lo lógico es que las empresas que se benefician de ellos para comercializar sus productos asuman también parte del coste de su reciclado. Una de las causas del problema que se ha creado es muy sencilla: resulta más caro reciclar el plástico que producirlo.
Fuente: El País